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Conocer másAl hablar del Monte Santa Helena, recordamos aquella erupción del 18 de mayo de 1980, un evento geológico que, con su explosión, provocó la destrucción de 595.6 kilómetros cuadrados, el deslizamiento de tierra más grande registrado en Estados Unidos y una nube de ceniza que rodeó a la Tierra en 15 días.
La erupción, que este año cumple 43 años, dejó 57 decesos, incluido el del geólogo del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), David A. Johnson.
El volcán se encuentra en el estado de Washington y es uno de los más activos del Arco Volcánico de las Cascadias.
El terremoto que originó la explosión
Las primeras señales de este evento empezaron el 16 de marzo de 1980, cuando se produjo una serie de pequeños terremotos; sin embargo, fue hasta el 27 de marzo de ese mismo año, cuando el volcán sorprendió al mundo con su primera erupción en más de 100 años.
Del 27 de marzo al 22 de abril de 1980, el volcán mostró actividad con constantes erupciones con duración aproximada de una hora, e incluso hasta de un día completo, como fue el 22 de abril de ese año.
En promedio, aproximadamente se registraba una explosión por hora en marzo, disminuyendo paulatinamente hasta registrar cerca de una explosión por día para el 22 de abril. Sin embargo, las explosiones se reanudaron el 7 de mayo y continuaron hasta mayo 17.
Para esta fecha, más de 10 mil terremotos habían sacudido al volcán y el flanco norte tenía un abultamiento de más de 140 metros con una tasa de crecimiento de hasta 2 metros por día.
En aquel entonces, no se tenía pleno conocimiento del significado del cambio en la morfología del volcán. Tal deformación espectacular, era fuerte evidencia de magma que había llegado muy alto en el volcán formando un criptodomo de magma, es decir, la intrusión de un domo (como los domos de lava que conocemos del Popocatépetl), pero sin salida por el cráter acumulándose lentamente dentro de la parte alta del edificio volcánico de tal forma que hinchó una ladera completa.
No obstante, para el 18 de mayo de 1980 a las 8:32 horas, se originó un sismo de magnitud 5.1, el cual originó un deslizamiento de tierra masivo (de aquél bulto que era el domo de lava), seguido de una explosión.
Una vez que se deslizó la ladera del volcán Santa Helena, el magma contenido en el criptodomo y que se encontraba a gran temperatura, provocó un poderoso estallido lateral acelerando la avalancha a más de 480 kilómetros por hora. La nube de cenizas llegó a más de 24 kilómetros de altura en tan solo 15 minutos.
La devastación fue total: las oleadas piroclásticas y la gran avalancha de escombros, de toda la ladera, dejó los bosques aledaños carbonizados y aplastados en sentido del estallido sin que un solo árbol pudiera mantenerse de pie, la zona devastada se estimó en 600 kilómetros cuadrados.
12:15, la erupción continuaba
Un poco después del mediodía, el volcán entró en su fase pliniana, la cual se extendió por las siguientes nueve horas junto con una alta columna de erupción, numerosos flujos piroclásticos y cenizas que viajaban según el viento.
Aunque el paroxismo de la explosión (momento máximo), según los científicos del USGS, fue entre las 15:00 y 17:00 horas.
En el transcurso del día, los vientos llevaron 520 millones de toneladas de ceniza hacia el este de Estados Unidos, lo que generó una oscuridad total en la localidad de Spokane, Washington.
Esta comunidad no fue la única que presenció las cenizas del monte Santa Helena, de hecho, la nube cubrió el territorio de los Estados Unidos en tres días y al planeta entero en solo 15.
Un antes y un después en el monitoreo volcánico
En aquel entonces, no se tenía pleno conocimiento del significado del cambio en la morfología del volcán.
Los terremotos, la deformación del suelo y las mediciones de gases adquirieron un nuevo significado cuando el volcán demostró que los patrones de cambio podrían ayudar a los científicos a pronosticar las erupciones relacionadas con los domos de lava.
Desde la erupción del Santa Helena, el monitoreo de volcanes ha evolucionado de colocar algunos instrumentos en los flancos del volcán a una red más amplia de dispositivos de monitoreo que miden sismos, deformaciones y gases volcánicos -instrumentos que hoy en día son muy precisos- que permiten pueden detectar cambios en la superficie incluso desde el espacio.
Con la experiencia adquirida durante la erupción del Santa Helena, las nuevas herramientas de monitoreo de deformaciones han permitido a los científicos reducir los riesgos para las vidas y la propiedad en todo el mundo.
Se observa la carretera estatal 504 que conduce al Observatorio del Collado de Johnson, cerca de la llanura de Pumita y el cráter del monte Santa Helena. Foto: Diane Cook y Len Jenshel / National Geographic.
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Editor: José Luis Rendón
Imágenes: National Geographic
Referencias:
https://usgs.libguides.com/msh40
https://www.nationalgeographic.com.es/mundo-ng/grandes-reportajes/monte-saint-helens_2302
https://volcanes.org/volcan-monte-santa-helena/
https://www.usgs.gov/media/images/mount-st-helens-prior-catastrophic-eruption